jueves, 9 de octubre de 2014

Se tomó su tiempo, se acomodó en la silla sintiendo los ligeros piquetes de la palma en sus piernas desnudas, sus codos recargados en la tabla cruda, en la base de todas sus creencias y el amor a lo impostergable:


No hay manera que no te diga lo que no quiero, si me ves con esos ojos de desesperanza; el tenedor tiembla, obsceno en mi mano, haciendo figuras pornográficas en el aire. Si te digo que te deseo tienes que saber que no miento. No me tomo el tiempo para llegar al callejón oscuro, voy a descifrarte aquí, mientras te miro la muñeca en la salita de una casa familiar, para ti y para mí, para las personas que ya no soy y que ya no veo.

Me llevo el plato cerca de la boca y me dejo entre los labios un trozo de tus recuerdos. Me sabe dulce, a tus años de adolescente inexperto; me sabe amargo, a los universos donde no estoy para mirarte, para tocar todo el ancho de tu espalda que seguro entonces no sería el motivo de mis pensamientos lascivos, cuando tu cuerpo no había dejado la figura de niño.

Ya no sé lo que quiero, creo que la meta más próxima es llegar a casa con los pies secos, con las convicciones en una bolsa de papel. Si te pido para llevar, para llevar comiendo.

Me voy a sentar a tu lado un par de horas, mirando de soslayo tus piernas desnudas, tus dedos que se entrelazan unos con otros, que se estiran, mientras te concentras en las palabras que no sabes como comenzar a escribir. Te beso en mis escenarios alternos, donde no estamos frente a las pantallas que nos tienen absortos, con las luces apagadas, con los ojos bien abiertos sin ver nada, con los labios húmedos y la respiración entrecortada. Te siento en el pasillo del metro, bajo mis manos descaradas que se encuentran con el ridículo obstáculo de tu cinturón, con tu sonrisa pícara y mi deseo de no ser efímeros los dos.

Veinte minutos para el descenso y no quiero salir, no quiero saber lo que me depara el futuro, lo que tengo por delante. No quiero saber que ya no soy de mí, ni estoy contigo. Le contaré a alguien de los años que son meses y me dirá que eso pasa, que no somos nada fuera de este mundo e iré por ahí escuchando lo mismo, innumerables ocasiones, dándome cuenta que nadie sabe nada, y me callo y te pienso: todo tiene sentido esta vez.
  

jueves, 24 de julio de 2014

Te vi. 
Bajabas por donde no hay camino, dando zancadas entre matorrales, entre pastizales bien crecidos y matitas recién brotadas, aperladas por el rocío, sobre la frescura de la tierra rejuvenecida. Traías en tu mano algo peludito, húmedo, que daba patadas.
Es el conejo de la suerte, el que come zacate de la mala hora. ¡Jijo!, no me lo sueltes aquí que se desata la plaga. Ya vas viendo los animales que hacen la estampida: las culebritas y las ratas, los perros, los bichos de la caña.
Le prendieron fuego a mis sueños de primavera, a la excursión de bienvenida.
Aquí todo es muy distinto, más rico y más bonito.
Siento que si me quedo quieta mucho tiempo se me va a subir la enredadera y me saldrán hojitas nuevas.
Tienes un aire de otros lados, un misterio detrás de los ojos, un sol en los hoyuelos de tu sonrisa.

Da otra vez la hora de la llovizna, del vapor de breve pavimento, de la huida. Quiero que vayamos al río, a escuchar historias de bagres y cangrejos, para cerrar mis ojos, para pescar con mis oídos y mis dedos tus recuerdos, que traigas contigo a ese niño que me confirma que los de antes, sí fueron mejores tiempos.
Cae el ocaso y voy de tu mano al encuentro esperado, te sigo, de contrabando, donde la malla ciclónica resulta no ser un gran obstáculo. Estamos de pie sobre la historia, sobre el legado. Ahí está el mismo cerro, la misma luna y el conejo. 
Y en medio de la noche, de pronto, creo que todo se ilumina.
Y eres tú. 

martes, 27 de mayo de 2014

De repente, el mundo se presenta perturbadoramente pequeño. 
En un taxi, sobre Circuito de Playas, tengo una sonrisa mientras trato de explicar a que me refiero cuando digo taco de sal, taco de carne, taco de huevo en salsa verde.
Nos recogió en el mercado de artesanías para un recorrido de 15 minutos que se transformó en un viaje de varias horas. Ahora atravesamos el distrito de Chorrillos y mientras cargamos gas (por que en Perú la gasolina es muy costosa), bajo a un baño público de estación de servicio peruana. 
Vienen los recuerdos de la 76 de San Francisco y el muchacho que inmediatamente me responde en español cuando nota mi acento al dirigirme a él Excuse me? Pero acá la llave no está atada a una cuchara enorme de acero inoxidable, es más, no hay llave, ni luz, ni pasador en la puerta, ni agua, ni grifos. Al regresar los encuentro a todos abajo del taxi porque así lo indican las medidas de seguridad. 
Ahora todo tiene lógica y lejos, muy lejos del olor a mercaptano, está la noche calurosa de la parada en Veracruz y la máquina que en lugar de Street Fighters proyecta videos musicales. 
Me imagino una excursión que organizó la tía proactiva de una vecina que hace años jugaba conmigo en el jardín de la colonia y todos bajamos a tomar refrescos y descansar un poco las piernas para proseguir el viaje "que todavía nos faltan muchas horas", pero no, es un trayecto regular del ADO que sufre las modificaciones que corresponden a un operador subcontratado. Oscuro, en medio de quien sabe donde pero tenemos tu GPS, estamos salvados. 
Volvemos al camino, a las calles de Chorrillos y el taxista me dice que le gustaba escuchar Vanilla Ice y que la chibolada de ahora oye puras tonterías.
Me sorprende la amabilidad de la gente, su sonrisa, su bienvenida cuando les respondo: sí, soy mexicana. De pronto, me siento en casa. 





viernes, 16 de mayo de 2014

Tierra negra entre tus labios, tierra de murmullos secos y trayectos masticados. 
Siembra de un amor perenne, cosecha de desencantos. 
Veo aproximarse el ocaso y yo siempre hablo demasiado. 
Tacto de horizonte angular, bocanadas de arena gigantesca.
Hay un nido de aerosol en tus entrañas, con suspiros de oxígeno y clorofluorocarburo.



Teje un nido sobre el charco seco: hojas, plumas y restos de animales muertos. 

Rutas cifradas de gotas indecisas. Sabor metálico. El paraíso oxidado después de la lluvia.


Debajo de un último sol invernal se extinguen recuerdos empañados.

Derretidos los sueños de tardes frescas, de amores juveniles, de abrazos clandestinos.
Sabor a pasado y rocío cristalino.
Sabor a plazos que se extendieron más allá de lo adecuado.
Trazos en el cielo, termina la partida.
En cualquier momento se apagan las luces, cae el telón, fin del tercer acto.

viernes, 11 de abril de 2014

La disposición particular de las nubes aquella mañana fresca de noviembre debiera haberle dado alguna pista de lo que estaba a punto de suceder. No se encuentra en ninguna posición particular, diferente a la de cualquiera con sus capacidades. El apellido pudiera proporcionarle alguna ventaja sobre los demás presentes en la sala, pero no iba a arriesgarse a quedar expuesto en medio de todos esos desconocidos. La clave siempre fue fingir indiferencia y una superioridad fundada en el silencio. La silla cruje, un poco aquí, un poco allá, carcomiendo levemente aquel halo de misterio y la atmósfera pesada con la que se ha recubierto. Pero no significa que corra peligro.



Es más de medio día y los discursos se han proclamado sin intensidad alguna, las palabras caen al suelo como moscas blancas o langostas muertas sorprendidas por la helada y el exceso de repelente en el aire. Una solución de ajo altamente concentrada es la respuesta a todos tus problemas. Se exige extrema precaución manejando ciertas concentraciones de esta preparación. Mientras que en ocasiones pudiera presentarse como un nada extravagante aliño, es posible transformarlo en un poderoso corrosivo que terminaría con el sistema digestivo en cuestión de horas. Al menos eso dice la etiqueta del empaque. 



Una única vez he experi-
mentado sus efectos, sin embargo, la reacción a nivel capilar es difícilmente comparable con las posibles secuelas observadas en mucosas. De cualquier forma, "quemadura de tercer grado" es un diagnóstico bastante revelador para mis propósitos. Entiendo que el primer objetivo de este informe se ha desviado. 


Ahora, volviendo al tema, según textos especializados, el cebo a base de Delphinium es un excelente remedio contra la otra plaga. La invasión de langostas registrada más recientemente aconteció en el desierto de Negev en Israel, pocos días antes de la Pascua, el año pasado. No es intención de esta relatoría incomodar a nadie con absurdas referencia bíblicas. No así, si se considera que las llamadas Sagradas Escrituras, más que una crónica de estilo rebuscado, es un libro sobre predicciones y premoniciones (considerando el carácter esotérico de unas revelaciones más que de otras). Esto tampoco tiene sentido en absoluto.


La disposición particular de las nubes aquella mañana fresca de noviembre debiera haberle dado alguna pista de lo que se avecinaba. En menos de cinco minutos la sala quedó cubierta de un enjambre de plecópteras. Hubo apenas unos segundos para reaccionar, para ponerse de pie y volver a caer sobre el piso recubierto con alfombra de nylon, destrozando las tazas de un café demasiado tibio, delgado y ácido. Creí que no lo suficiente para corroer la alfombra, hasta que ésta comenzó a deshacerse bajo los ahora limpios cráneos de todos los asistentes.

miércoles, 26 de marzo de 2014

La posibilidad inmediata de crear un mundo en miniatura sobre el cual ejercer control absoluto, lo trastornó de tal manera que no podía decidirse entre acabar con él bajo una inundación o la inclemencia de las llamas. Esa tendencia a adelantar el fin sobre el comienzo definió para siempre la creación no concluida, la terrible paranoia de no tener nunca algo para no tenerlo más.

jueves, 13 de marzo de 2014




¿A qué te quieres arriesgar, pedazo de mi corazón? 




Pero que sepas que yo te entiendo perfecto, que a veces no basta con tenerlo todo... 
  

...hay que tener un poquito menos.

viernes, 21 de febrero de 2014

miércoles, 29 de enero de 2014


        Sólo déjame enseñarte de qué está hecho mi dolor, amor. Teje conmigo pesadillas oscuras: bajarán por mis sienes y se colarán hasta mis párpados, te besaré con la amargura de una noche de desasosiego. 



Permíteme desnudarte de la cabeza a los pies. Quitarte esa piel que no te hace falta, dársela a los perros para que terminen con lo único que separa mi alma de tu alma. Eres la imagen purificada de mis deseos más oscuros, filtrada de todos los vicios de los convencionalismos sociales.


Te toco y exploto. No hace falta que recojas los despojos ni las sobras, ya vendrán los cerdos a hacer lo que les toca.


Te siento muy cerquita de mi torso desnudo, de mi impetuosa necesidad de controlarte. No quiero que tomes, tú primero, el papel de verdugo. Te acecho, me acerco, cedo y es todo.


Me siento y te espero. Bajo la luz de la luna llena y la promesa de que quizá no te quedes nunca, el dolor de esa ausencia anunciada me lastima el cuerpo entero. 

Yo sí te creo. A ti y a las cosas del universo, y al tiempo; un poco menos al amor, pero le creo.







miércoles, 15 de enero de 2014

De muchas (o de todas las) maneras, siento como crece dentro el hueco.
De días con sol a medias tintas, de tardes con recuerdos de olor a mar, de noches de oficina y luz artificial.

Ya no sé estar sin mirarte, sin recorrer las extensiones inacabables, inacabadas del amor por el progreso. Sé que para muchos significas más que el deseo de amanecer en la cabina de autobuses viejos.

Y te cuento, te digo cuánto te he extrañado en tus horas interminables de infinito compañero. 
Porque me has dejado mirarte y recorrer cada espacio, sin reparar jamás en el hecho de que, algunas veces, no me he quedado mucho tiempo. 


De que he caído dormida a la sombra  de tus historias, en tus detalles más preciosos, bajo los rayos más intensos de mediodía y la brisa cálida de la tarde. Sin rencor y sin reproches, me has sorprendido aún con los paisajes más hermosos, con las escenas más inesperadas justo cuando he abierto los ojos.




Te espero, con las ansias de la primera vez, con la misma pasión por lo incierto. Con tus casitas y tus cerros. Voy a dormir y mientras te sueño, te espero.